Conviene recordarlo, porque su nacimiento explica en mucho sus ideas conservadoras y antidemocráticas. Educado por Lista y Hermosilla, alumno del colegio de San Mateo y socio de la juvenil academia del Mirto, formó su gusto dentro del más genuino clasicismo español del siglo XVIII. Otras dos influencias ejercidas sobre Pardo, la amistad de Mora y la de Andrés Bello, contribuyeron a robustecer sus aficiones clásicas y su amor a la corrección, la gracia y la limpieza del estilo... La primera sátira de costumbres de Pardo es «El carnaval de Lima», que debió escribir apenas llegado de Europa. Desde aquí arranca una sección de sus obras en que predominan el color local limeño y la descripción de las costumbres peruanas. A ella corresponden las tres comedias Frutos de la educación (1829); Una huérfana en Chorrillos (1833 ), y Don Leocadio (1833); y los artículos de «Espejo de mi tierra» (1840 ) donde la literatura adquiere su máximo exponente. Su ya clásica prosa costumbrista que son piezas escogidas de la literatura en castellano "Paseo de Amancaes" y «Un Viaje», con el carácter limeñísimo del «Niño Goyito», cuyo personaje el niño Goyito, ha quedado en nuestra literatura como un arquetipo del pituco limeño, ídolo de cofradías y de beatas, solterón engreído y criado entre faldas, confituras y franelas que a los cincuenta años se lanza, por primera vez a la ventura inaudita de un viaje.
Sus primeros éxitos teatrales popularizan su talento en Lima. Escribe por ese entonces odas de corte clásico que no dejan adivinar la vena satírica de más adelante. Su agitada vida política está donosamente resumida en el subtítulo de una de sus poesías «Canción compuesta en el destierro; quiero decir, en uno de mis destierros».
Dejó de existir el 25 de diciembre de 1868. En su tumba se leen estos versos, compuestos a su memoria por Carlos Augusto Salaverry:
Cubre un velo de sombras el proscenio,
el que irradiaba lo preclaro ingenio,
con donaire gentil y gracia suma;
pero vive en las letras tu memoria
y ha sido el testamento de tu gloria
que nadie herede tu festiva pluma.
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