
Bryce tiene el don natural del narrador entretener, inventar tramas, crear personajes. Sus relatos están sobrecargados de incidencias y peripecias que, teniendo referentes reales (y muchas veces autobiográficos), adquieren un sesgo delirante. Podrían considerarse ejemplos de "realismo burlesco" por la alegre despreocupación vital de sus personajes y las situaciones grotescas en las que se ven envueltos. Bajo su amena superficie, sin embargo, se percibe una suave melancolía, una resignada elegía por los dorados tiempos de la infancia, por la juventud perdida o por el amor siempre fugitivo.
En 1968 ganó el Premio Casa de las Américas por su libro de cuentos Huerto cerrado, publicado ese mismo año. Muchos consideran que su primera novela, Un mundo para Julius (1970), es la mejor de todas por el exacto equilibrio entre la ironía crítica y el sabor nostálgico con los que evoca el mundo de la alta burguesía limeña –algo venida a menos pero no por eso menos aristocratizante o menos celosa de sus buenas maneras–, desde el que el protagonista sale a descubrir una realidad muy distinta.
En 1974 apareció su segundo libro de cuentos, La felicidad ja, ja. Sus siguientes novelas son amplias narraciones con héroes peruanos trasladados a Europa, cuyos vagos proyectos literarios se disuelven en una especie de bohemia internacional y en frustradas aventuras sentimentales. Ejemplos de ello son Tantas veces Pedro (1977), La vida exagerada de Martín Romaña (1981) y El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz (1985. Ha publicado también las novelas La última mudanza de Felipe Carrillo (1988) y No me esperen en abril (1995); libros de narraciones, como Magdalenta peruana y otros cuentos (1986. Sus "antimemorias" Permiso para vivir (1993). En 1997 publicó Reo de nocturnidad, novela agridulce sobre el insomnio, que ganó en España el Premio Nacional de Narrativa 1998. Luego, La amigdalitis de Tarzán (1998), Guía nostálgica de París (1999). Sus últimas publicaciones son El huerto de mi amada (2004) y Permiso para sentir (2005)
La obra narrativa de Alfredo Bryce se inscribe en la ola de la novela urbana que predomina en Latinoamérica desde 1960. Bryce se distingue entre los narradores peruanos de esta corriente porque nos introduce en el mundo de la aristocracia, o la plutocracia peruanas, que no había sido relevada antes literariamente, y lo hace con un amplio dominio de los modernos recursos narrativos, con una prosa fluida y melodiosa, y, sobre todo, con un humor desbordante, ácido agudo, a la par que humano y comprensivo.
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