Joven brillante, culta y admirada, su poesía, ingeniosa, elocuente y expresiva, la convirtió en la personalidad más destacada de las letras virreinales del siglo XVII.
Ingresa en el convento de San José de las carmelitas descalzas para poder dedicarse al estudio. Sor Juana reunió una valiosísima biblioteca que llegó a tener unos 4.000 volúmenes y adquirió conocimientos de las más diversas disciplinas teología, astronomía, pintura, lenguas, filosofía o música.
Su época más fecunda comienza en 1680 con la concepción del Neptuno Alegórico, arco triunfal en honor de los marqueses de la Laguna y condes de Paredes, barroca y magnífica obra que le abrió las puertas de palacio y la convirtió en favorita de los virreyes, sus mecenas.
Obras de todo género y tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en su producción. Comedias de enredo, como Los empeños de una casa y La segunda Celestina; tres autos sacramentales, El Divino Narciso, El Cetro de José y El Mártir del Sacramento (San Hermenegildo), en los que utilizando la poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo; en las loas que preceden a los dos primeros autos mencionados se reitera la relación de los sacrificios humanos aztecas con la Eucaristía, concediéndole derecho de existencia a la religión de los antiguos mexicanos.
En 1690, mientras en la Nueva España abundaba el hambre, las rebeliones de los indios y las epidemias, el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, le editó su Carta Athenagórica (o crítica del sermón del Mandato) en la que brilla el ingenio de sor Juana como prosista. En esa obra teológica, sor Juana discute sobre las máximas finezas de Cristo y parece impugnar al jesuita portugués Antonio Vieira. Sin embargo, su confesor le recomienda una mayor santidad y Santa Cruz le dirige su Carta de Sor Filotea, nombre bajo el cual se traviste el dignatario, en la que conmina a sor Juana a dejar sus escritos profanos y abrazar los religiosos (primera señal de una probable persecución que le obligó a abandonar las letras).
Justamente célebre es su poema "Hombres necios" de Respuesta a sor Filotea de la Cruz, epístola (1691). El primer texto feminista de las letras españolas; proclama los derechos fundamentales de la mujer en prosa brillante.
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