
La publicación de su primera novela, Huasipungo (1934), hizo que las autoridades ecuatorianas se arrepintieran de haber censurado su anterior obra teatral, pues el libro constituyó no sólo una salvaje crítica a la actitud de los terratenientes respecto de los indígenas, sino que, además, tuvo un enorme éxito de público y fue traducida a varios idiomas.
Está considerada como la obra ecuatoriana más famosa y es la novela indigenista por excelencia. En ella se describe cómo las pequeñas propiedades que los terratenientes entregaban a los indígenas como compensación por su trabajo, les eran robadas más tarde por los mismos terratenientes y, cuando aquellos protestaban por el atropello, eran asesinados. Crítica despiadada de los abusos del capitalismo y de la explotación de los indígenas, el libro fue recibido con desagrado por las clases más pudientes de la sociedad ecuatoriana y por la Iglesia, y muchos lo criticaron afirmando que era un libro pobremente construido y escasamente interesante, mientras que otros alabaron la fuerza y la belleza del lenguaje, y su maestría a la hora de describir los ultrajes a los que eran sometidos los pueblos indígenas. De estructura tradicional, utiliza abundante léxico indígena, lo que obliga a leer la obra con ayuda de un vocabulario.
Tras esta novela, Icaza continuó escribiendo relatos breves y otras novelas, y retomó el teatro. Entre sus novelas destacan En las calles (1935) y El chulla Romero y Flores (1958). Toda su obra se caracteriza por un estilo sobrecargado los personajes quedan esbozados, más que retratados, y los acontecimientos se desarrollan a gran velocidad.
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