
En su poesía canta la soledad y la florida campaña de su valle nativo y en su apasionado sentimiento florece la estirpe de sus antepasados vascos. En sus versos, la voz lírica que llora es también la maestra que canta un poco como madre las alegrías de todos sus niños, y la educadora que traspone las fronteras con sus ideas renovadoras. Hubiera cumplido quietamente su vocación de maestra en escuelitas y liceos provincianos a no ser por los Juegos Florales de 1914, en los que fueron premiados sus Sonetos de la muerte. E1 espaldarazo americano le llegó en 1922, cuando, a consecuencia de la admiración despertada por algunos poemas suyos entre los profesores de español reunidos en congreso en Nueva York, Federico de Onís le solicitó el envío de una selección poética para ser editada por el Instituto de las Españas. El resultado fue Desolación, que puso su nombre entre las grandes poetisas de América. Sus temas aparecen ya aquí perfectos junto a la emoción y la ansiedad, florece el mundo de los niños, con sus coplas, rondas y canciones; la naturaleza, humilde o salvaje, sirve de marco al canto de las maestras y las madres. En selecciones posteriores, como Ternura y Tala, se ahonda hasta el símbolo el lirismo más espontáneo de su obra primera. En este libro reúne poemas sobre diversos asuntos y de épocas variadas, rechazando los temas mundanos o estrictamente anecdóticos, en nombre de la fe, la nostalgia y la esperanza de los hombres. Aspectos típicos del paisaje y las costumbres de "los criollos" de América conforman gran parte de esta obra.
También como educadora la reclama el mundo. Señalada al mundo por el Premio Nóbel de 1945, su triunfo lo fue de toda la literatura hispanoamericana y un orgullo legítimo para Chile.
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