Pasó la adolescencia en París, durante los últimos años de la epopeya napoleónica, estudiando derecho, como la mayoría de los hijos de burgueses de aquella época. Perdió sin duda sus primeras ilusiones en la naturaleza humana en el ambiente recargado de los bufetes de notarios y procuradores donde estuvo de aprendiz. Sus padres acogieron con reticencia la confesión de su vocación de literato.
A los veintinueve años, Balzac escribió Los Chuanes, la primera novela que le parecería más tarde digna de figurar en sus obras completas. Fisiología del matrimonio, una especie de ensayo « sociológico» adelantado sobre su época, y Escenas de la vida privada fueron también objeto de la atención del público. Pero el éxito llegó, al fin, en 1831, con La piel de zapa, novela filosófica en la que Balzac, portavoz de toda una joven generación decepcionada por la revolución de julio de 1830, estigmatizaba el reino del individualismo y del dinero. La contradicción entre el deseo de vivir y la usura vital.
La producción de libros adquirió una velocidad vertiginosa y poco habitual en un autor, sucediéndose la aparición de nuevos volúmenes con intervalos cada vez más cortos.
Es así como en poco tiempo se presenta a los lectores Eugenia Grandet (1833), Papá Goriot (1834), Lirio en el valle e Ilusiones perdidas (1837), (Lucien de Rubempré, joven poeta, es víctima de la crueldad mundana y de los compromisos del mundo editorial en París), todas ellas una genial y extensa compilación de los hábitos y tradiciones de la muy conservadora sociedad de aquellos días. Podría decirse que se trata una investigación muy completa del comportamiento de los diferentes estamentos que conformaban las capas sociales francesas del siglo XIX. Abarcó toda clase de acontecimientos y anécdotas, las que fueron desde el vasto y poco humano mundo de los negocios, hasta saltar a las vivencias estremecedoras de los simples rufianes de barrio que viven casi al margen de la ley establecida, pasando por las terribles miserias de un proletariado oprimido y aparentemente sumiso, aunque muy rebelde en su indómito espíritu interior.
Balzac esperó hasta el año 1840 para elegir el curioso nombre que finalmente le otorgó a este compendio La comedia humana, que a pesar de estar compuesto por más de cien novelas, deja inacabado y seguramente no hubiera terminado nunca, porque el proyecto concebido, y continuamente modificado y ampliado en el curso de su vida (poco antes de morir, Balzac contaba que tenía listo los planes para cincuenta novelas), era tan vasto e ingente que sobrepasaba las posibilidades de realización de cualquier hombre, por genial que fuera. Lo valeroso de esta obra no es su extensión, sino lo que sus páginas plantean y que se relaciona con la singularidad de unos personajes bellamente descritos, junto a la precisión de los pormenores que se reseñan con una maestría pocas veces vista.
La Comedia humana es como la inmensa historia natural de su época, dividida en grandes grupos que tituló Escenas de la vida parisiense, Escenas de la vida de provincia, Estudios filosóficos, etc. Ningún novelista ha trabajado ha trabajado en sus materiales en una escala tan colosal como él. "Lo que Napoleón comenzó con la espada, lo terminaré yo con la pluma", escribió una vez, significando con ello no una intención de cesarismo político, sino su desmedida ambición de creador.
En 1833, se enamoró locamente de una de sus admiradoras, la condesa Hanska, que le hizo esperar ocho años antes de aceptar casarse con él. Murió cansado y enfermo, seis meses después de la boda, en agosto de 1850, con cincuenta y un años, dejando inacabada su catedral de papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario