¡BIENVENIDO!

Cualquier texto escrito no es literatura; sólo lo serán aquellos que estén realizados con arte. Una obra literaria tiene un valor estético en sí misma, que hace que sea apreciable, valorable o medible en cualquier momento, pero también está sujeta a los valores estéticos de la época, del lector o del crítico que determinan lo que está escrito con arte y lo que no. El paso del tiempo es quien dirime este asunto.

Las Colecciones Pluma de Oro y Mi Libro recogen las más grandes obras literarias de todos los tiempos -nacionales y extranjeros- a través de una recopilación que abarca autores como Homero, Garcilaso de la Vega, William Shakespeare, Franz Kafka, etc. y que nos presenta lo mejor de ellos en un arte cuyas manifestaciones son las obras literarias.

¿Qué ofrecemos?

Dos grandes colecciones de títulos que están en constante incremento con reseñas de la obra y el autor al inicio de la misma (para facilidad de los estudiantes) así como preguntas sobre la comprensión de la obra, análisis crítico y creatividad.

viernes, 26 de junio de 2009

CÉSAR MORO (Perú, 1903-1956)

Seudónimo de Alfredo Quíspez Asín, poeta y artista limeño, que es posiblemente la voz más pura del surrealismo hispanoamericano y el que defendió con más ardor y fidelidad esa estética -aunque al final se apartara del grupo que rodeaba a André Breton- desde mediados de la década de 1920 hasta su muerte.

En 1925, viajó a Europa y vivió en París hasta 1933. Allí se adhirió al movimiento surrealista asociado a Breton. Volvió a Lima en 1935. En 1939, publicó, con el poeta Emilio Adolfo Westphalen el número único de El uso de la palabra (1939). En 1944, se apartó públicamente del surrealismo ortodoxo y volvió a Lima en 1948. Póstumamente se publicaron las dos únicas obras en español por las que es más conocido los poemas de La tortuga ecuestre y los ensayos y artículos reunidos en Los anteojos de azufre (ambos en Lima, 1958).

Pocos poetas pueden comparársele en el furor visionario de sus imágenes, la cualidad incandescente de sus textos amorosos y el alto sentido místico y onírico que tiene de la experiencia creadora. Como auténtico surrealista, vivir y escribir era, para él, una aventura que abre el camino hacia lo maravilloso y lo insólito, que convierten lo fugaz en algo indeleble, como una marca de fuego.

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