Poeta nacido en Toledo, pasó allí su primera juventud hasta ingresar en la guardia noble de Carlos V, al cual prestó diversos servicios como diplomático y como guerrero. En este último carácter tomó parte en la acción de Olías contra los Comuneros; en la de Fuenterrabía contra los franceses, y en la expedición de auxilio a la isla de Rodas. Más tarde luchó en Italia y en Viena contra los turcos. Por favorecer la boda de un sobrino suyo contra la voluntad del emperador, sufrió un destierro en Hungría, destierro que le inspiró seguramente una de sus más hermosas canciones. Murió en Niza a consecuencia de las heridas recibidas en el asalto al fuerte de Muey, en cuya oportunidad le prodigó los más solícitos cuidados su gran amigo el marqués de Lombay, futuro San Francisco de Borja.Garcilaso pasó fuera de España gran parte de su vida, especialmente en Italia, y tanto asimiló la influencia renacentista de este país, que de él puede decirse que fue el más extraordinario lírico italiano que escribió en español, así como el más admirable y puro español italianista, aunque sin perder nunca su savia española ni dejar de estar presente en su recuerdo el paisaje natal. Desde su llegada a la Corte intimó con Boscán, junto al cual se dedicó al estudio de los clásicos e implantó las nuevas formas de metrificación italiana.
Lo breve de su existencia no permitió una producción abundante y sólo se conocen tres églogas, dos elegías, una epístola, cinco canciones y treinta y ocho sonetos. De sus églogas, la de Salicio y Nemoroso es acaso su obra maestra, en la que, según don Marcelino Menéndez y Pelayo, puso el poeta todo su corazón. En su obra refléjanse permanentemente los dos temas a que dedicó su vida (el amor y las armas) y la influencia de los clásicos, tales como Virgilio, Horacio, Ovidio y Petrarca. Sus críticos afirman la superioridad de la forma sobre el fondo de la poesía de Garcilaso.
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