
Garcilaso pasó fuera de España gran parte de su vida, especialmente en Italia, y tanto asimiló la influencia renacentista de este país, que de él puede decirse que fue el más extraordinario lírico italiano que escribió en español, así como el más admirable y puro español italianista, aunque sin perder nunca su savia española ni dejar de estar presente en su recuerdo el paisaje natal. Desde su llegada a la Corte intimó con Boscán, junto al cual se dedicó al estudio de los clásicos e implantó las nuevas formas de metrificación italiana.
Lo breve de su existencia no permitió una producción abundante y sólo se conocen tres églogas, dos elegías, una epístola, cinco canciones y treinta y ocho sonetos. De sus églogas, la de Salicio y Nemoroso es acaso su obra maestra, en la que, según don Marcelino Menéndez y Pelayo, puso el poeta todo su corazón. En su obra refléjanse permanentemente los dos temas a que dedicó su vida (el amor y las armas) y la influencia de los clásicos, tales como Virgilio, Horacio, Ovidio y Petrarca. Sus críticos afirman la superioridad de la forma sobre el fondo de la poesía de Garcilaso.
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